viernes, 12 de junio de 2015

Maggie



No sé si os habéis dado cuenta, pero salvo a mis amistosos petro-arizonianos (juego interactivo, busque en el blog la referencia, cinco minipuntos para el que la encuentre) creo que a nadie se le escapa que el género zombie está como de moda.
Un poco.
Mucho.
Hasta en la sopa.
Os voy a hacer una confesión que, como autor y lector del género de horror que soy, es un poco vergonzante.
No me apasionan los zombies.
Por eso aún no he atacado los libros de Alfonso Zamora, Javier Cosnava, Carlos Sisí o Alejandro Castroguer.
No os lo toméis a mal, chicos, sé que os leeré, tengo un montón de ganas, pero es que no es mi género.
Y os leeré porque sé que no lo tratáis como la mayoría.

Además he de añadir que, redoble de tambores de la vergüenza, he participado en la antología de Tusitala “Carne Nueva” y en el segundo librojuego de la saga Infectados, Revelación (muy pronto en las librerías).

En el primer caso, bueno, era fácil. Uno de los requisitos era no haber escrito nada de zombies antes y, como es que no me apasionan, nunca me había lanzado a por ese género.
Es más, los que hayan podido leer mi relato en Carne Nueva, La fractura, verán que escojo tanto un punto de vista como un tipo de zombie poco común en la literatura del género actual. Y si no, no os preocupéis, este blog tiene una app que localiza vuestras cuentas bancarias y os ha comprado la antología automáticamente. De hecho, ya está llegando a vuestra casa.
Creedme, lo vais a agradecer.

En cuanto al librojuego, pues tendréis que jugarlo pero vamos, una vez dicho todo esto podréis entender que mis partes son reconocibles por su, digamos, heterodoxia.
Eso me parece.
Ya el señor Fernando Lafuente me corregirá si me equivoco.

Mi reticencia al género zombie se puede extrapolar de todo lo que ya he dicho. Pero por resumir, me parece un género que en muchos casos desaprovecha sus capacidades para centrarse en la masacre sin sentido o la angustia del superviviente; que si bien molan, ya estaban presentes en la veterana Noche de Romero y se ha repetido demasiado su esquema.
Por eso hoy vengo a hablaros de Maggie.

Maggie, la primera idea

Soy un cinéfilo, es más, soy un cinéfago, y además soy asmático leve ocasional. Eso último no tiene nada que ver con el tema, pero ya puestos a confesarse, mejor decirlo todo.
Sigo tres o cuatro páginas de cine entre cine digamos friki y cine independiente. El cine comercial se publicita solo, a ése no hay que seguirle la pista.

En mi friki-radar, hace ya unos años, apareció algo muy interesante. Un proyecto de cine de zombies en el que nos centrábamos no en el superviviente, sino en la persona que es mordida y cómo vivencia su transformación.  Inmediatamente me llamó la atención porque al fin el cine tomaba el potencial del zombie con otros ojos distintos, con otra perspectiva.

La literatura lo ha hecho. Hay una novelilla de zombies de lo más surrealista que se llama “La Sonrisa de los Muertos”. La tengo reseñada en el Cementerio de los Blogs Que Ya No Actualizo, si hay interés la recupero. Y sé de buena tinta que los señores citados más arriba no han sido citados por casualidad.
Pero el cine había dado pocas muestras de originalidad (fuera de meterles anfetaminas en la que considero una de las películas más interesantes del género, a pesar de sus detractores).

El desastre

Ahí estaba el guion de Maggie, buscando financiación y nunca muy lejos de mi radar, cuando ocurrió con algo que la lanzó bien lejos de mis intereses, a la papelera donde descansan las Transphormers y las The Fast & the Furious.

El” Suarse” se interesó por ella.

Yo me llevé las manos a la cabeza, grité como un loco, di vueltas sobre mí mismo... bueno, vale, más bien exclamé un psché por lo bajini y me olvidé de la peli.

Hay que entenderlo, he visto muchas pelis del Suarse. Algunas están entre mis favoritas y otras entre mis placeres culpables (bendita Eraser y tu escena del Suarse disparando con dos rifles magnéticos con miras telescópicas a rayos X, tú me hiciste un jombre).

Sabía qué iba a pasar. Un proyecto intimista, cercano, doloroso, triste e incómodo, original como pocos, se convertiría en un festival del Old-Terminator lanzando yoyas de todos los colores contra hordas de zombies y humanos en plan padre coraje con esteroides.
Vamos, algo que me daba una pereza impresionante.

Afortunadamente me equivocaba.

La película

No voy a centrarme mucho en el argumento, que además ya he comentado antes, por riesgo a cometer spoilers.

Con la premisa que hemos hablado, nos encontramos con una rara avis del género zombie, que tiene el riesgo de ser una incomprendida. Quizás no una obra maestra, pero sí una joyita que merece mucho la pena y que tiene dos enemigos fundamentales (como todos los proyectos de esta ralea)

Los amantes de los zombies y sus detractores.

Los primeros aducirán que la película es lenta y le falta acción. Posiblemente no conozcan la historia de su rodaje, ni sus intenciones de película independiente, sino que hayan mezclado en su cabeza zombies + Suarse y esperan otro tipo de filme.

Los segundos no se acercarán a ella, por ser de zombies.

Y es una lástima esa desinformación de los primeros que les va a llevar a las salas con falsas expectativas y de los segundos que no les van a llevar a las salas. Maggie merece la pena.
Centrando la mayor parte de su metraje en el drama humano, en la relación entre un padre y una hija, y dejando tiempo y espacio para que los sentimientos puedan respirar. La elección de una granja aislada como escenario es genial, permite unos planos de una belleza decadente que extrapolan las emociones de los personajes y enmarcan sus vidas y sus avatares con esa quietud moribunda. Todo en el escenario parece hablar de una época anterior, más fácil y hermosa, que está muerta y se resisten a enterrar.

Como un zombie.

Eso no quita que no aproveche el género para mostrar escenas explícitas, desagradables e impactantes. Son pocas, están muy bien dosificadas, y como es lógico su dosificación y la implicación que producen los personajes las hacen emocionalmente más intensas que todo el gore por gore que solemos ver en el género.

Que lo mates, coño

Luego hablaré de cómo la cinta ejerce de metáfora de muchas situaciones de la vida, la enfermedad y la muerte, y cómo eso le da valor y trascendencia, pero antes quiero hacer un apunte sobre un hecho particular que creo que refleja los logros de la película.
Volvamos a Romero (o a Snyder, tu versión favorita). Estamos encerrados en el supermercado y los zombies se han quedado detrás de la reja. Uno de los supervivientes tiene un mordisco.
“Mátalo, mátalo ya, que lo mates coño, que se va a convertir en quince segundos, mátalo ahora que es fácil de matar, no seas imbécil.”

Quien no haya pensado esto mismo en esa situación que salga de la sala por mentiroso. Es un recurso demasiado típico, ese pobre desgraciado está a punto de convertirse él también en una amenaza y los supervivientes, estúpidos, dudan si matarlo o no.

Porque a todos nos interesa un culo la vida de ese desgraciado, nos interesa poco qué era antes del Apocalipsis y por supuesto no nos interesa lo que tenga que aportar hasta que se transforme.
No empatizamos con las reticencias del grupo en cuanto a sacrificarlo por el bien común.
Sólo dos obras que yo haya visto han sorteado con inteligencia este punto, en mi opinión. La primera, Abierto hasta el amanecer (sí, son vampiros, pero para el caso es lo mismo), donde


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Sexmachine es mordido y oculta a sus compañeros el mordisco para evitar ser sacrificado, dando lugar a uno de los momentos más icónicos e hilarantes del fin.


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Y la campaña de Warcraft 3, donde


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Arthas se ve obligado a matar a los aldeanos antes de que se conviertan, y en este caso somos nosotros los que tenemos que tomar la decisión y no los personajes de una película, dando lugar a un cierto grado de culpa.


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Si otros videojuegos o filmes o libros han abordado también de una manera inteligente este recurso, no duden en informarme en los comentarios.

Si digo todo esto es para remarcar que, por una vez, el destino de esa persona mordida nos importa y empatizamos a tal nivel con ella y con su padre que entendemos la duda, entendemos lo protector que es y entendemos cada acto que realiza.

El Suarse

Ya puestos vamos a hablar de cómo lo hace el Suarse, muy brevemente.
Lo hace francamente bien. Sabe transmitir dulzura y un punto muy tierno, también sabe parecer una roca por fuera y sabe quebrarse. Y por supuesto sabe ser protector e incluso peligroso dado el caso. Una actuación, en definitiva, muy por encima de lo que esperaba de él.

La metáfora

Hace muy poco, hablando de Candyman y de Freddy Kruegger, comentaba la potencialidad del género de terror para hablar de temas incómodos y de metáforas. Ahora sí que vienen spoilers gordos, así que si te interesa la peli, espera a que salga en tu país, dale una oportunidad y luego vuelves.
No sé qué tal le habrá sentado al ex gobernador republicano haber participado en una película que reaviva el debate de la eutanasia, de las enfermedades infectocontagiosas y de las enfermedades terminales desde una óptica más izquierdista de lo que estamos acostumbrados en Hollywood. Y lo puede hacer porque es ‘una peli de zombies”.

En algún momento he hablado que el bufón tiene un carácter necesario porque ejerce de sistema de control para el gobierno. Del mismo modo, el cine de terror tiene la bula de la industria para tratar temas incomodísimos porque lo hace usando metáforas que, muchas veces, los mismos productores no entienden.

Así como Starship Troopers es una oda anti-militarista y pro-pacifista disfrazada de ensalada de tiros (otra cosa es que lo haga bien, pero el mensaje está ahí), Maggie es una oda a la elección del propio final, abre el debate sobre la libertad personal sobre la seguridad de la población, indaga en el miedo a la enfermedad y la muerte, se planta delante de ti mostrando el inevitable final de la vida y le da tiempo para darnos escenas de zombies.

El proceso de zombificación es usado aquí como una suerte de SIDA o de ébola con un toque de Alzheimer. Es una enfermedad mortal y peligrosa, sin cura, que se contagia con cierta facilidad y sus afectados dejarán de ser ellos mismos al final del proceso.

La gente alaba la Amor de Haneke por poner sobre la mesa los aspectos más sucios del Alzheimer.
No pongo Maggie a la altura de Amor. Primero porque sería una gilipollez y segundo porque no he visto Amor.

Maggie es, digamos, la versión adaptada a un público más general de los conceptos de Amor, pero también de conceptos de Philadephia y de Mi vida sin mí.

Con zombies.

La exclusión social del enfermo, la tolerancia o no de la familia, dónde termina y comienza el individuo.

También habla de la adolescencia, de la flor que se trunca cuando se está abriendo, de los enfermos jóvenes. De las ganas de vivir a pesar de todo y de las ganas de morirse por culpa de todo. De la necesidad del amor de los otros y el desesperado deseo de conservación que los alejan de nosotros ante la enfermedad.

Por qué zombies

El que sean zombies es una excusa que permite la licencia de hablarle de todo esto a un público que no busca ir a deprimirse con una peli de Haneke, y dar mensajes pro-eutanasia que en ningún otro filme americano vais a ver.

Porque son zombies.

Se les puede matar.

Si son enfermos de Alzheimer que han perdido su identidad no. Pero si son zombies sí.
Aquí viene el Gran Spoiler.

Al final de la cinta...



Que es el final, que es el Gran Spoiler, léelo sólo si estás seguro.



Al final de la cinta, viendo que llega al final su transformación, Maggie opta por el suicidio. En ese instante, de gran belleza por otra parte gracias a la fotografía, entendemos que es su última decisión como ser humano antes de perder por completo su identidad, lo que es ella, y comenzar a olvidar todo aquello que le hizo ser quien era. Prefiere morir, y no dejarle a su padre esa responsabilidad, tomando una decisión sobre su propia vida.

(Vale, en Mar Adentro también pasaba, pero Mar Adentro es cine español, no americano. No está supeditado a una moral protestante restrictiva contra el suicidio y la eutanasia. Además, Mar Adentro es biográfica, si al final de la película Bardem recupera la movilidad de las piernas y se va a dar un paseo con Belén Rueda, pues hubiera sido insultante para la memoria de la persona a biografiar.
En cambio, ningún estudio norteamericano apoyaría una película donde una adolescente con cáncer decide suicidarse.)

Ese punto de metáfora permisiva con los tabús que pertenece al fantástico es el que da al género su trascendencia. Stoker podía hablar dela liberación de la mujer y de su igualdad de derechos porque estaba escribiendo una novela gótica; Shelley podía cuestionarse el papel del ser humano en el plan divino e incluso atacar a Dios por habernos hechos imperfectos porque estaba creando el género de la Ciencia Ficción; Matheson pudo darnos su visión personalísima del occidentalo-centrismo americano y criticarlo de la manera más sangrante posible porque estaba escribiendo sobre vampiros.
Y Huxley, Wells y Bradboury, bueno, no tengo que decir más.

Conclusión

Que no te confunda el Suarse, que no te confundan los zombies. Esta no es una película de zombies, es una película del amor padre-hija en las peores circunstancias posibles, de la nostalgia que produce un pasado idílico y de cómo rompe una familia una enfermedad grave.
Solo que salen zombies, y eso la hace más genial aún.

Muchos saludos. Y que os dejen dormir.

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