domingo, 10 de mayo de 2015

Candyman vs Pesadilla en Elm Street

En realidad este título es parcialmente engañoso, porque de verdad quiero comentar las diferencias entre estos dos clasicazos del cine de terror, pero en realidad es una excusa para hablar de por qué escribo yo terror.

No obstante, empecemos por la comparación para que quien se quiera ir antes de que empiece a soltar el rollo, pueda hacerlo.

El Panteón del Terror

Si estoy comparando estas dos películas no es (completamente) una cuestión de azar. Son películas que ya han pasado a la historia, que se han reproducido en forma de secuelas de dudosa calidad que han inundado los videoclubes (cuando eso existía) y que forman parte lo que podría llamarse hoy el Panteón de los Villanos del Terror setentero-ochentero-noventero.
 
Hace muchos años, cuando el público era más fácil de asustar, Drácula, la Momia, el Hombre Lobo, el monstruo de Frankenstein, Jack el Destripador (por algún motivo), el Fantasma de la Ópera (en sus ratos libres), la Criatura del Lago Negro, en menor medida KingKong, formaban un conjunto sólido de criaturas terroríficas reconocibles que han tenido a bien llamarse los Monstruos. No tengo que decir que las iteraciones en las que comparten universo, objetivos y planos cansan ya.

La mejor iteración de la genealogía Titánica


Al igual que de los Titanes nacieron los Dioses Olímpicos que a la postre los sustituyeron, nuevos tiempos trajeron nuevos monstruos (y los que están ya están sacando los suyos) y a nadie se le escapa que Freddy Kruegger y Candyman comparten las salas del Olimpo del Miedo con Leatherface, Jason Voorhes, Pinhead, Mike Myers y Chucky.

Imagen de la Titanomaquia del Horror Según Matt Groening

 De entre tantos monstruos a comparar, podría haber elegido otros dos cualesquiera, pero digamos que he escogido a estos dos por varias razones.
La primera y evidente es porque acabo de ver Candyman (y me ha encantado, por cierto).
La segunda, porque ambos comparten el ámbito sin llegar a mezclarse, como Hades y Hécate o Ares y Afrodita, dos versiones del mismo hecho tan distintas que no se superponen pero sí pueden enfrentarse.

Argumento

Puede que el lector viva bajo una piedra del desierto de Arizona y nunca hubiera escuchado hablar de Pesadilla en Elm Street (más fácil es que no sepa nada de Candyman). Como según blogspot una no-despreciable proporción de mi (silencioso) público parece provenir de debajo de piedras del desierto de Arizona (dato a contrastar), prefiero no obviarlo y contar un poco de qué va cada una de las películas.

La protagonista soñando con su peluquero

Pesadilla en Elm Street es la historia de un asesino cruel y sanguinario al que los habitantes de su barrio (Elm Street, por si no lo habíais pillado) le "invitan" a una "barbacoa" en asiento de primera fila por sus crímenes. Antes de convertirse en carbonilla, el asesino grita que se vengará persiguiendo a sus hijos allí donde no podrán protegerlos, sus sueños. Años más tarde, esos chiquetes en plena evervescencia hormonal tendrán desagradables pesadillas bastante más realistas de lo que les gustaría.

Te pique el insecto que te pique...

Candyman narra cómo una estudiante trabaja en su tesis sobre la leyenda de un señor con un garfio en lugar de mano que, si eres tan lerdo como para decir cinco veces su nombre delante de un espejo, viene a hacerte una caricia de ingle a garganta con su mano "buena". Su investigación la llevará al que por aquel entonces era el barrio más peligroso de la ciudad, donde la comunidad adora y teme por igual al famoso Candyman.

Ambas historias trabajan en el mismo ámbito, el ámbito de la leyenda urbana. Entraremos más en detalle sobre este tema más adelante, pero adelantamos por ahora que es un lugar al que luego volvería de forma obsesiva el género con premisas plagiadas o ridículas, nunca con tanta maestría como en estas dos propuestas.

Dicen que si ves esta película cinco veces seguidas el asesino no sale a matarte porque se ha dormido del aburrimiento. Pero da igual porque te mueres por imbécil.

La Película

No voy a desvelar apenas nada del argumento de las películas (que ya bastante he ahondado en el anterior epígrafe), ni voy a entrar en la dialéctica del cine porque ni soy experto ni me apetece hacerlo.

En Pesadilla tenemos lo que podría ser uno de los hitos más importantes del terror adolescente. Y en ese sentido, la peli de Craven es la leche. Las muertes son brutales, las escenas oníricas inquietantes y perturbadoras, el desarrollo de la trama no sólo existe sino que es lógico (y será ampliamente plagiado con mucho menor atino) y las actuaciones no están nada mal. No hablo de Englund, que a ese lo dejo para más adelante.
Destacaría la astucia de Craven al conceptualizar la mayor baza de la peli, lo que la hace inmortal: darte una razón para temer tus propias pesadillas, acabando con el alivio de "sólo es una pesadilla" e impidiendo a toda una generación "volverse a dormir". Sólo la reciente "It follows" ha conseguido repetir ese hito de idea genial para martirizarte fuera de la sala.

Candyman es otro tipo de terror más maduro, con altos componentes sociales y miedos más adultos incluidos, mucho más fuertes que una simple muerte dolorosa.
Juega a más niveles y se le nota que su público objetivo es más adulto, más consciente de una serie de responsabilidades y de situaciones socio-culturales que impregnan la película y que ejercen un transfondo y un mensaje mucho más profundos. Tiene más ambición y consigue lo que ambiciona.
Por eso, y por una serie de "vicios" argumentales muy particulares (muy Clive Barker), me decanto por Candyman.

El Villano

Por si acaso perteneces a ese porcentaje petro-arizónico de mis lectores, te comento que el villano de Pesadilla es un tal Freddy Krueguer.

Por eso debéis elegir bien vuestra maquinilla de afeitar, jóvenes

Robert Englund y Wes Craven tuvieron una reunión para ver fotos de quemados reales, y tras escoger varios de los casos más graves, dieron con un diseño que, hoy por hoy, es insuperable. Tanto es así que ni el propio Craven (en su Nueva Pesadilla autohomenaje) ni el maquillaje de Jackie Earle Haley
(demasiado realista para ser expresivo) han llegado a hacerle sombra.

El verde hierba revela la inspiración de Craven a la hora de diseñar este jorror

Hola, soy Patata Krueguer y soy la inspiración de las nuevas Tortugas Ninja


Este icono de la cultura tiene algo que es mezcla de la genialidad de su diseño y habilidad del grandísimo Englund. No importa lo mala que sea la película, su presencia va a ser siempre palpable, a la par amenazadora y divertida, llena de mala leche e inolvidable.
Lo único que se le puede reprochar es (si es que eso es reprochable en el cine adolescente) que su motivación es la simple venganza.

Mejor Adaptación Ever
Candyman, no se queda atrás en cuestiones de diseño. Muchísimo más comedido y dosificado (en el primer film), su presencia desde la primera escena en la que aparece (ya bastante entrada la película) es perturbadora y atractiva. Su gabardina de piel, su porte, su capacidad para llenar la pantalla. Aquí el crédito también se lo lleva Toby Todd, el actor que encarna al asesino del garfio con un manejo de la voz y del efecto de llenar el espacio que no precisa apenas mostrar sangre para hacer temblar al respetable.
"Te dirán que he derramado la leche en el súper..."

Sus motivaciones, al igual que pasa con la película, son más complejas. Parece buscar venganza, pero si analizas sus actos, en ninguno de los casos se está vengando directa o indirectamente de aquellos que le han conducido a la desgracia. En todo caso, su motivación es más primordial y por lo tanto más profunda en su lectura: el deseo de sobrevivir, y el qué debe hacer para ello.
Desgraciadamente para él, en este caso he de quedarme con Freddy. Por muy poderoso que sea el Candyman y muy profundas su esencia y motivaciones, no tiene el carisma inmortal del asesino de la garra de acero.

La Leyenda Urbana

Vamos a entrar al fin en materia, presentados ambos personajes y películas, y tras aceptar que no son comparables en realidad por sus intenciones, analizaremos juntos la leyenda urbana en sí.

El concepto de leyenda urbana ya es algo del día a día gracias al cine de terror (y el exacrable producto del que no voy a mostrar más imágenes), y su presencia implícita o explícita en la oleada de cine de terror de los 2000 es casi omnipresente gracias a la Ringxplotation.

Paréntesis, el término "explotation" describe un tipo de cine que se aprovecha del rebufo de un éxito de taquilla para sacar productos de nefasta calidad y de temas parecidos (por no decir argumentos enteros fusilados) para atraer a una taquilla no demasiado enterada. Ejemplo claro, la italoexplotation del cine de zombies que tan buenos ratos hace pasar al aficionado del cine de serie M (de Mierda Infecta). Como extensión de su uso, alguna vez me veréis hablando de la Sawxplotation, la HungerGamexplotation o, en este caso, la Ringxplotation, porque al margen del presupuesto la intención es la misma.

En The Ring, la leyenda urbana de la cinta de vídeo que te mata en siete días era el detonante de la trama principal, y ese punto de partida ya está sobreexplotado.

Pero en Pesadilla la leyenda urbana era un tema implícito del que no se hablaba. Los padres conocían los hechos, los niños murmuraban los rumores alterando esos hechos. Veíamos cómo a partir de un acto real se producía una deformación por la transmisión parcial que derivaba en una leyenda urbana (que luego resulta que era bastante real).

Por el contrario, Candyman parte con la leyenda ya forjada y nos adentramos en ella, sabiendo lo que es, habiendo incluso un discurso sobre su origen y su pervivencia y su necesidad de pervivencia. Da un cuerpo físico (o casi físico) al relato oral y una motivación pura de cualquier relato: pasar a la siguiente generación. Es un genial ejercicio de metalenguaje.

Y ¿por qué os cuento yo todo este rollo?

Bueno, la principal razón es que me apetecía soltar este rollo, que ya es un motivo. Pero hay un último punto que quiero abordar.

Hace poco, en la presentación de "Sepia, de Escarlata Mancillado", me preguntaron por qué escribía terror.
Di una respuesta parcial. Ahora puedo ahondar un poco más en el tema.

Si os dais cuenta, ambas películas han sido conocidas por ser pelis de terror, alquiladas por adolescentes para apretarse en medio del furor hormonal y transmitidas en aquellos míticos programas de "cine de miedo" a unas horas muy tardías.
Pero aunque se ganan su categoría y echan hemoglobina como para no dudar de su género, ambas nos hacen un análisis social en mayor o menor medida de manera secundaria, en un segundo plano de lectura, abordando temas que otros tipos de películas no pueden abordar.

Las diferencias sociales, el contexto socio-cultural, el problema del racismo. Candyman se atrevió ha exponer ese problema en pantalla, a sacar escenas de verdaderas bandas y verdaderos barrios conflictivos, a exponer la diferencia de justicia para unos y para otros y todo eso en un momento histórico particularmente delicado.
Si ahora nos parecen violentas y peligrosas las manifestaciones racistas-antirracistas que están sucediéndose en EEUU, es que no nos acordamos del contexto en el que se vivía al principio de los noventa. No estoy hablando de principios de sigo XX, de años 40-50. No. Estoy hablando de hace 20 años, de hace nada de tiempo.
Ninguna película hubiera podido tratar esos temas, pero esta lo hace (y lo hace magistralmente).

El terror, la fantasía, son metáforas de las sociedades y sus miedos. De cosas de las que otros géneros no pueden hablar.
De cosas que no podemos decir en voz alta, pero que bajo es prisma del terror tienen un salvoconducto y podemos analizarlos, interiorizarlos y sacar conclusiones sobre ellos.

Por eso es tan interesante el terror bien hecho, por eso cada película o libro de terror malo es una oportunidad desperdiciada.

Por eso el género merece un respeto del que aún no goza, por el que, sin embargo, le atrevo a luchar.

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